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3 formas de repensar la ropa de cama

Por estos lados empezó el otoño y si bien no son los otoños de antes, hubo un cambio en la temperatura que obligó a sacar alguna que otra colcha y a recordar que en un rato nomás se nos viene el invierno.

Hoy por hoy no tengo la cantidad de frazadas y colchas que necesitábamos para sobrevivir el invierno sin estufa como hace cuatro años en mi localidad pero sí necesitamos ropa de cama, ¿no? Ahí me quedé mirando lo que tenemos y puedo decir que este último año y medio de minimalizar y organizar las cosas surtieron efecto.

Veamos cómo minimalizar (y organizar ya que estamos) la ropa de cama.

1- Lo que necesitás

Esto creo que es un poco parecido con la ropa: según cómo sea el clima de tu región, tendrás más o menos colchas gruesas o finas, más sábanas que cosas abrigadas, etc. Entonces para pensar en la ropa de cama, pensemos en las estaciones que pasan por nuestra región. Para fines prácticos, voy a pensar que vivimos en un lugar con cuatro estaciones. Veamos entonces:

En invierno en general usamos frazadas, edredones, colchas gruesas. Preguntate: ¿Cuánto frío hace? ¿Cuántas personas viven en la casa? ¿Solés recibir visitas como para tener una colcha gruesa que ocupe mucho lugar solo por las dudas o podés resolverlo prestando abrigo y dando una colcha menor en caso de que alguien se quede? Pensá que los edredones y las colchas gruesas se lavan a cada tres meses (si no las revoleamos en el piso, claro) así que por una gran parte del año si vivís cuatro estaciones, las colchas gruesas van a estar guardadas. Y durante el tiempo de frío, si, como dije, tenés un mínimo cuidado, no vas a necesitar más de dos edredones por las dudas que tengas que lavar el que tenés en uso y no se seque o no vuelva de la lavandería a tiempo para pasar una noche fría. Queremos minimalizar, no congelarnos.

En primavera y otoño, en general usamos colchas más finas. Esas colchas se lavan una vez por mes y se suelen usar con mucha más asiduidad así que si la frecuencia de uso es mayor y hay que lavarlas una vez por mes, es probable que sea bueno tener más de una para cuando laves la que está en uso.

En verano, si sos como yo y aunque haga un calor tipo Mordor y su montaña de Fuego te tenés que tapar con algo más que una sábana, tal vez necesites una colcha finita. Pero en general, el verano pide sábanas y nada más. (Bueno, una colcha finita también).

Además de las colchas que ocupan lugar y por eso tenemos que ver realmente qué necesitamos, la otra parte son las sábanas y fundas de almohada de uso diario. Dos juegos por persona y uno extra por si llega a venir alguien debería ser suficiente para cualquiera, uno en uso y otro lavándose o esperando ser usado. De esa forma, además de liberar espacio, tenemos un mejor control de lo que usamos o no usamos porque sabemos exactamente qué tenemos.

2- Organizando todo

Cuando era chica, nadie guardaba las colchas o las sábanas en ningún protector de nada y todo estaba a mano en un armario o cajón. Cada tanto se mandaban a lavar las colchas y frazadas porque inclusive en el verano se solían usar (aunque durante el día hiciera calor, las noches de verano costeras acostumbraban ser frías). De grande y viviendo sola, descubrí la maravilla de los plásticos con cierre, esas bolsas para guardar desde ropa hasta colchas gigantes. No solo esas bolsas protegen nuestras ropas de cama como también, al estar contenidas dentro de un espacio delimitado, son más fáciles de guardar. Mi recomendación es que abuses de estas bolsas para las colchas grandes o edredones que necesitan ser guardados por más tiempo o aquella ropa de cama extra por si viene alguien (pueden ser de tela estas bolsas, yo tengo una que conseguí barata pero el resto es de plástico).

La otra recomendación es que encuentres un lugar para llamar de casa de estas ropas de cama y que

1- sean de fácil acceso cuando hablamos de ropas de cama de uso cotidiano. Porque no hay nada más incómodo que tener que atravesar un mar de cosas para llegar a la sábana que vas a cambiar hoy.

2- no molesten ni interfieran con el uso de otras cosas si son ropas de cama que usamos en períodos u ocasiones específicas. Porque hay algo más incomodo que atravesar un mar de cosas para llegar a la sábana que vas a cambiar hoy y es que en el medio de tu camino para agarrar cualquier cosa, se te venga en banda encima de tu cabeza aquel edredón que usás en invierno. Y que después lo tenés que volver a poner en su lugar.

Donde vivimos hoy, el invierno no es riguroso así que con una colcha gruesa para nosotros (un edredón) y una para cada humanito, es suficiente. Para el otoño y primavera tenemos una colcha más finita para cada uno. Y dos juegos de sábanas y fundas de almohadas. Tenemos una colcha no muy gruesa y un juego de sábanas por si viene alguien a quedarse (lo que no es probable porque no hay lugar y las visitas siempre fueron mi hermana y mi mamá así que la verdad, no necesitamos mucho más). El edredón está guardado en una bolsa plástica en la cama box que tenemos (mejor inversión del año pasado, una cama medio pelo pero que tiene baúl) y los dos juegos de sábanas están en el cajón de cada cuarto (en el cajón del nuestro armario y en el cajón del armario de los chicos). Las colchas nuestras están en un estante arriba de la puerta de nuestro cuarto y las de los chicos, en el armario de ellos, a mano, porque son usadas con frecuencia.

Antes, cuando llegamos acá donde vivimos ahora, teníamos sábanas y colchas que nos fueron dando familiares. Conforme la situación iba mejorando económicamente, compramos un juego nuevo por acá, una colcha de oferta por allá y un día me di cuenta que estaba con más sábanas de juegos diferentes y colchas compartidas (porque usábamos la misma para los dos pequeños y una más para nosotros) que las que necesitábamos. Revisé, separé todo lo extra y lo donamos para una institución cerca de casa. Hoy tenemos lo que necesitamos y lo mejor, nos gusta lo que tenemos. Y acá viene el tercer punto:

3- Si tenés opción, usá lo que te gusta

Justo hoy que estaba pensando en este tema, una de mis mejores amigas me manda mensaje contando que finalmente, recibió la plata de un juicio que viene arrastrando hace mil años. Su situación económica no es de las mejores como la de muchos pero decidió usar una parte importante de esa plata para comprarse una cama nueva y ropa de cama porque lo que tenía ya hacía tiempo era para decirle chau. Y, a pesar de que sé que necesita esa plata para otras cosas, me pareció una buena elección. Porque tener poca cosa pero agradable (o bello como ya charlamos alguna vez) nos suma en la vida. No digo que te vayas a comprar una sábana de algodón egipcio (que ni sé lo que es, ella siempre habla de ese tipo de cosas como su sueño a la distancia) pero elegir si se puede algo que te guste ayuda a también a delimitar lo que querés tener y no tener 3 o 4 juegos de sábanas o colchas medio pelo porque estaban baratas. Un ejemplo rápido: me gustan mucho las sábanas que ahora se llaman minimalistas desde siempre, esas que son blancas y tienen círculos negros o de colores pasteles. Compré un juego de cama así para los chicos cuando pudimos comprar uno pero era 200% poliéster y 0% algodón. El agua rebotaba en esa tela de tan falsa y plástica que era. Pero era lo que podía comprar y a todos nos gustaba. Y estábamos todos contento con la elección (y se secaba super rápido, era un win-win para todos). Por eso, más allá de que lo que puedas adquirir hoy sea o no 100% de tu agrado, tratá de comprar dentro de tu presupuesto aquello que mires y te sea agradable. Porque nada te invita a disfrutar más de un buen sueño que un lugar que te resulte agradable.

Nos vemos la semana que viene con más Minimalismo Real.

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