
Esta semana estoy de vacaciones pasando unos días con mi mamá y mi hermana y mirábamos fotos viejas (sí, tenemos muchos álbumes de fotos…y el plural de álbum es álbumes com m, sí) y pensaba en eso de que todo tiempo pasado fue mejor. Bueno, no, no creo que haya sido mejor, solo diferente. Y si bien no recuerdo con cariño que estuviera bien pegarle a los chicos porque “un chirlo en la cola es un excelente correctivo a tiempo”, hay otras cosas que sí podemos rescatar del pasado. Y pensando en el minimalismo, esto es lo que creo que los 90s nos enseñaron y que podemos incorporar a nuestra vida del siglo XXI:
1- Estar desconectado (pero no tanto).
Quien creció en los ochenta y tuvo su adolescencia en los 90 como yo, recuerda con alegría la llegada de la tarjeta telefónica, en la que ya no tenías que andar con cospeles o monedas específicas para usar teléfonos públicos. O la llegada de los locutorios, en los que había muchos teléfonos públicos donde pagabas por minuto la llamada. Era una forma de mejorar la conexión entre todos pero al mismo tiempo, no estábamos conectados a toda hora. Hoy llegamos a la casa de un amigo y le escribimos por WhatsApp “estoy llegando” y si no vemos el visto con los dos cositos azules, ya pensamos que no va a estar, nos confundimos de día u hora o se murió. Antes, decíamos “te veo el martes a las 10 en la calle tanto” y el martes a las 10 en la calle tanto estabas esperando con la total certeza de que fue lo combinado y tu amigo estaría ahí. ¿La hiperconexión le quitó valor a la palabra que necesitamos reafirmar mil veces las cosas usando todos los medios posibles para estar seguros? No sé, pero la tecnología vino para ayudarnos. No para hacernos peores. Depende de nosotros crear una conexión real usando la tecnología en su medida cierta o usarla para hacernos creer que estamos conectados (pero no). Minimalicemos las conexiones virtuales, favorezcamos las que nos pongan de una forma u otra frente a otra persona real.
2- La imaginación al poder.
Otra cosa que pensaba mirando fotos, es que hoy los chicos se aburren si pasan un segundo sin hacer algo. Ahí viene la moralina de “en mi época no tenía ni tele”. Pero la moralina acaba cuando nosotros mismos no podemos pasar ni un segundo sin mirar algo en el teléfono, escuchar algo, mirar algo en la tele, tener ruido alrededor, consumir ALGO. Yo veo gente de mi edad, con más de cuarenta, que si no tiene nada que hacer, ya agarra el teléfono. Lo hago yo muchas veces y eso que soy una persona que conscientemente busca no hacerlo y tengo que largar mi entretenimiento instantáneo para no transformarme en lo que no quiero ser ni dar el ejemplo a mis hijos que no quiero dar. Hace unos años me encontré diciéndole a mis hijos cuando me dijeron que estaban aburridos, que buscaran algo para hacer porque tenían hojas, lápices y crayones y otras cosas para usar la imaginación. Pero yo paraba de trabajar y ahí estaba mirando cosas en la compu, buscando algo para aprender, para leer. Ahora parece que si no tengo conexión a Internet, me muero. En los 90s (y 2000 también porque tuve compu muy tarde), mi diversión era tocar un instrumento, intentar descifrar un idioma, etc. No que todos tuvieran pasatiempos como los míos pero cuando no tenés opciones ilimitadas, te toca buscarlas con lo que tenés en frente. Pensá entonces en cómo salir un poco del entretenimiento pasteurizado (un poco, a mí también me gusta ver Netflix, no critico) y buscar otras formas de usar la cabeza.
3- Esperar.
Hace unos días vi un video que me hizo reír mucho. Era de un comediante de mi edad que decía que en su época no existía esa de mindfulness porque simplemente no teníamos opción, no existía la conexión que tenemos hoy en nuestro bolsillo para distraernos. Si tenías que esperar por alguien, esperabas. Mindfulness. Si estabas viajando en el colectivo, tenías que aguantarte el viaje y ver las gotas condensándose en el vidrio de la ventana. Mindfulness. Si querías devolver un VHS, tenías que rebobinar toda la cinta. Mindfulness. Va más lejos inclusive. Dice: “antes, iba al baño a hacer mis necesidades. Solo a hacer mis necesidades. No me acuerdo de la última vez que simplemente fui al baño a hacer mis necesidades y nada más”. (Es más vulgar; dejo el enlace para que lo vean en la descripción). Pero creo que es un poco eso. Ahora tenemos mindfulness y cursos de productividad, o sea, está presente pero sacando lo máximo de todo. Tenemos expertos que nos ayudan a ver lo importante en medio del caos aprovechando el caos que es nuestra existencia hiperconectada, hipersaturada, hiperinformada. Cuando todo lo que necesitamos es darnos un tiempo y desacelerar. Parar un poco. Respirar un cachito de aire. Y retomar con calma. Los 90 nos daban tiempo para pensar. Recuperalo.
Si tuviera que resumir los 90, la palabra “cualquiera” viene a mi cabeza. Porque era mucha cosa cambiando, mucha cosa terminando y mucha cosa comenzando. No, no es un canto a la nostalgia este episodio porque como dije, muchas, pero muchas cosas estaban mal en esa época. Y hoy si bien no están superadas, están expuestas, discutidas y condenadas socialmente. Solo estoy tomando aquello que me parece que es rescatable: una conexión en la medida cierta con gente real, menos opciones que nos permitían explorar las pocas que teníamos y dejar volar la imaginación y darnos tiempo para parar un poco. Nada más. Y nada menos.
Nos vemos la semana que viene con más Minimalismo Real.
Comments
Post a Comment